lunes, 22 de diciembre de 2008

Heladas entre muros romanos.

Cada día la noche se adueña antes de la ciudad
y el prematuro invierno ya castiga los viejos
muros.
Entre tránsitos de palabras que en su ajetreo
forman conversaciones,
diferentes personas desfilan ante mis ojos
a los que labios entrecortados deslucen su sonrisa
hasta ahora inquebrantable.

Un toxicómano, tan querido por su perro y
a la vez amigo, a la vez huérfano,
odiado por transeúntes apáticos
o gentes que acompañan su lamento,
no falla a su trabajo ambulante:
pedir dinero en una calle de luces y sombras
de verde y arena
rompiendo su delicada silueta
sacando su mano en busca de moneda.

Porque el frío ha llegado a mi ciudad
y tantas personas, en las que me incluyo,
caminan con cuerpos arrugados.
¡¡¡Maldita brisa helada!!!
Aunque sin maldecir mi suerte,
pues mi final esta firmado
con calidos aromas.

El vaho humeante que sale de mi boca
bendito signo de vida.
Cortina ante lo no deseado, pero tan efímero,
tan efímero como el agua entre mis dedos.

Mi cara helada,
mi nariz cual payaso
(mierda, me he delatado...)

A cada paso mis dedos se vuelven mas frágiles,
siento como si el hueso se volviese delicado cristal.
Sin sangre, parece que ya no bombea dentro de mí.

El frío, cada vez más intenso, se apodera de mí razón.
Me recorre como un intruso, pero a la vez
el sentimiento contradictorio, de cariño por los años
de convivencia.

Podría ir más abrigado, pero
¡¡¡caramba!!!
quien me garantiza entonces
que no gozaría de tal placer.
Placer.
Aunque no deja de ser paradójico,
que de algo para muchos tan sufrido
otros obtengan este placer.

Este sano placer.

Por eso no puedo más que arrodillarme,
pues el frío es vida para mí.
¡¡Viva el frío!!

2 comentarios:

alsolialvent dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
alsolialvent dijo...

El primer 'viva' que grito contigo.