miércoles, 13 de enero de 2010

-Sin Titulo-

Era una noche, no hace mucho,
unas cien horas atrás, y ya sabes,
poniéndolo todo al revés
vuelvo
a hurtadillas a ese momento en el que
las luz de aquella vela sugestionaba el ambiente.

Recuerdo esa llama titubeante. La recuerdo
porque aún no tengo claro si la corriente la movía
o mi mano se mecía con ella.

Y tersa era tu espalda, y mi dedo se ruborizaba en su pendiente.
Pero el tiempo no es mi juguete, más yo sí soy el suyo,
pensé
mientras oscilaba lentamente mi yema de vuelta a tu espalda
siguiendo a la llama.

Las sombras cambiaban continuamente
pero mi dedo gozaba y tu espalda lo sentía.
Se erizaban tus cabellos en el techo
y la pared dibujaba mi sonrisa.

Era todo un juego de luces y sombras,
y cuando lo que era sombra se convirtió en espasmos lucientes
nuestro letargo se sorprendió.
Qué juguetona es esta vela, está jugando con la sombra,
te susurré al oído.

Porque lo sé, en ese momento más que ahora,
es maravilloso el reposo
de la tenue luz de una vela
en el rincón de una habitación.

Y vuelvo a tu espalda,
las formas cambiaban,
pero el cénit era nuestro.

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